Cuento de Reyes...
Estaba tirada en la cama. Había escrito cinco cartas a los Reyes Magos, contaba nueve inviernos a medias, y algunas primaveras tempranas en las que hacía sacar del armario a su madre todos los motivos florales que poseía...algunos tacones diez numeros más grandes que sus pies y un peto vaquero.
Le habían dicho que rodando se llegaba antes. Había escrito agarrando mal el boli, y vertiendo su extremadamente redonda caligrafía: PATINES, en todas las cartas varias veces. No quería nada más. Salir corriendo. Avanzar. Comerse los minutos rodando. Echarle una carrera al reloj. Número 29. (¿sigue existiendo?). Abrió un armario prohibido esa noche. Vio un paquete enorme. Ahí estaba su lejos... No había dudas, tantas ganas tenía que creyó que se habían adelantado, y habían dejado sus ruedas tras la primera carta.
Zapatos bien limpios. Ruidos de puertas. Ya está... Salió a las 4, a las 5 y tras abrillantarlos varias veces se durmió...
Con los nervios desgastandole el estómago abrió el paquete enorme, una caja: da el pego... ¿UNA MÁQUINA DE ESCRIBIR?
No sabría explicaros la ira, la tensión, el llanto y la infelicidad que sintió en aquel momento (ni siquiera si hubiera sido yo misma)... fue la primera vez (de millones) en escuchar que estaba condenada a la insatisfacción, y de boca de un rey mago, nada menos.
Dos calles más abajo, en casa de su madrina, se enjugó las lágrimas y se calzó las ruedas de ese otro paquete inmenso... y salió a rodar.
Entre tanto los reyes guardaron durante meses la máquina de escribir olvidada, y perdida, y nunca se la dieron...
Varios años después limpió de nuevo los zapatos, ahora del número 36... comió roscón como algunas veces, se metió en la cama... salió a las 4 y a las 5... y se durmió... un paquete enorme... le temblaban las manos, porque ese año no había escrito carta, pero es que un año aprendió que siempre se equivocaría al escribirla... se le llenaron los dedos de tinta y los ojos de lágrimas. Tenía mellas y se enganchaba con cada golpe de dedo... rezaba: Hispano olivetti... y una nota de un par de reyes magos: menos mal que los dedos no crecen tan rápido como los pies.
aysh... sin cartuchos, con polvo y destrozada, ¡como un buen libro!
Todavía solloza cuando la escucha golpear sus varillas contra el papel...
Le habían dicho que rodando se llegaba antes. Había escrito agarrando mal el boli, y vertiendo su extremadamente redonda caligrafía: PATINES, en todas las cartas varias veces. No quería nada más. Salir corriendo. Avanzar. Comerse los minutos rodando. Echarle una carrera al reloj. Número 29. (¿sigue existiendo?). Abrió un armario prohibido esa noche. Vio un paquete enorme. Ahí estaba su lejos... No había dudas, tantas ganas tenía que creyó que se habían adelantado, y habían dejado sus ruedas tras la primera carta.
Zapatos bien limpios. Ruidos de puertas. Ya está... Salió a las 4, a las 5 y tras abrillantarlos varias veces se durmió...
Con los nervios desgastandole el estómago abrió el paquete enorme, una caja: da el pego... ¿UNA MÁQUINA DE ESCRIBIR?
No sabría explicaros la ira, la tensión, el llanto y la infelicidad que sintió en aquel momento (ni siquiera si hubiera sido yo misma)... fue la primera vez (de millones) en escuchar que estaba condenada a la insatisfacción, y de boca de un rey mago, nada menos.
Dos calles más abajo, en casa de su madrina, se enjugó las lágrimas y se calzó las ruedas de ese otro paquete inmenso... y salió a rodar.
Entre tanto los reyes guardaron durante meses la máquina de escribir olvidada, y perdida, y nunca se la dieron...
Varios años después limpió de nuevo los zapatos, ahora del número 36... comió roscón como algunas veces, se metió en la cama... salió a las 4 y a las 5... y se durmió... un paquete enorme... le temblaban las manos, porque ese año no había escrito carta, pero es que un año aprendió que siempre se equivocaría al escribirla... se le llenaron los dedos de tinta y los ojos de lágrimas. Tenía mellas y se enganchaba con cada golpe de dedo... rezaba: Hispano olivetti... y una nota de un par de reyes magos: menos mal que los dedos no crecen tan rápido como los pies.
aysh... sin cartuchos, con polvo y destrozada, ¡como un buen libro!
Todavía solloza cuando la escucha golpear sus varillas contra el papel...
Comentarios
dani
¿te guardo el lápiz, microbio? :)
Nunca entiendo nada de lo que escribes...
Ni por qué, ni si sin relatos...
Ais.
Este es un relato ametafórico :S
parlamentaré claridad con mis dedos en proximas entradas :) a ver si me hago entender
felices reyes.
y digo yo..¿para qué entenderlo si puedes disfrutarlo?