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Mostrando entradas de octubre, 2008

dosel

Entra. Vaga. Se sienta. Le duelen los pies y las manos y el alma. Y todo va bien. O más bien, nada va mal. El andén está vacío. Más vacío de lo que ella recuerda haber visto. Y piensa. Piensa que no nació para trabajar. Que sus manos son torpes y no le dan lo que desea. Que trabaja por dinero, única y exclusivamente por dinero. Sin aportaciones externas. Las aportaciones las tiene que comprar. Que nació para ser Princesa. Para no preocuparse por alquileres y para tener una cama de cuatro metros y para despertarse con las caricias de un dosel. Para dar órdenes con una campanita. Cuando está buscando el guisante entre los once colchones, entra él. Entra. Y ella se dice hoy no duermo sola . Y entonces comienza el espectáculo. Sonríe. Y le busca hasta encontrarlo, le clava los ojos y le insta a guardárselos un segundo. Él no aguanta más de tres, y baja la mirada, perplejo, buscando un apuntador en el suelo que le diga qué coño viene ahora. Los ojos vuelven a buscarlo y le ciega de nuevo és

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