metro

Tenía siete estaciones. La estación del domingo siempre olía a podrido. Alargaba la hora de montarme en el vagón. Llegaba a deshoras, perdida (queriendome perder) entre los andenes cirrosos hasta bien entrada la noche. Intentando evitar la circunspecta parada del Lunes. Enganchada a ese olor a fruta deshecha, a plátano más que maduro. Cada tren me llevaba sin remedio a la siguiente estación que, no podía tener, que no tenía doble sentido. La estación Viernes estaba llena de pintadas, de flechas. Y hacía ya una temporada que el tren no se detenía en Jueves. Jueves Estaba oscura y como abandonada. Me habría encantado chantajear al maquinista para quedarme un rato más entre el tenue color rojizo de sus neones. Pero no. Ahora corria sin descanso. Yo estaba dentro de los intestinos de la bestia.
Ayer bajé de escalera en escalera, buscando algún vagón oscuro que no hubiera visto antes, que me dejara en una estación sorpresa, confundirme de parada y bajarme en Miércoles, que fuera Sábado por confusión de carteles, que lloviera en Martes, que tuviera doble sentido...

y la bestia me escupió en Hoy.


Comentarios

milanera ha dicho que…
para los que no la escucharon:

http://www.goear.com/listen.php?v=6480ee0

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