Si soy sincera yo no le amaba. Ni él a mi, por supuesto. Pero que lo amara o no, en aquel momento, carecía por completo de importancia. Lo importante era la conciencia de estar apasionadamente involucrada en algo que me desbordaba, y que en ese algo hubiera una cosa que NECESITABA. Yo quería saber qué era. Me desvivía por saberlo. Me moría por saberlo. Incluso pensé que, si pudiera, introduciría mi mano en su cuerpo y tocaría directamente ese "algo".


Nunca se lo dije.

De haber tenido energía para hablar en serio, la habríamos utilizado para hacer el amor una vez más.

Dos veces más.

Mil veces más.

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