dosel

Entra. Vaga. Se sienta. Le duelen los pies y las manos y el alma. Y todo va bien. O más bien, nada va mal. El andén está vacío. Más vacío de lo que ella recuerda haber visto. Y piensa. Piensa que no nació para trabajar. Que sus manos son torpes y no le dan lo que desea. Que trabaja por dinero, única y exclusivamente por dinero. Sin aportaciones externas. Las aportaciones las tiene que comprar. Que nació para ser Princesa. Para no preocuparse por alquileres y para tener una cama de cuatro metros y para despertarse con las caricias de un dosel. Para dar órdenes con una campanita. Cuando está buscando el guisante entre los once colchones, entra él. Entra. Y ella se dice hoy no duermo sola. Y entonces comienza el espectáculo. Sonríe. Y le busca hasta encontrarlo, le clava los ojos y le insta a guardárselos un segundo. Él no aguanta más de tres, y baja la mirada, perplejo, buscando un apuntador en el suelo que le diga qué coño viene ahora. Los ojos vuelven a buscarlo y le ciega de nuevo ésa luz azul que no cesa. Él cae hasta el cartel que marca en rojo el minuto que le queda y se hace fuerte. Mi luz también puede. La busca, le clava sus pupilas y ella aguanta y aguanta y aguanta y aguanta, y él… otra vez KO. Reintenta, ella sonríe pícara y él la vuelve a buscar. Les interrumpe un ruido estridente. Algo grande entra por el tubo. Los dos corazones se aceleran. Les separan dos puertas del tren cuando éste se para. ¿Qué hacemos? ¡contesta! busca de nuevo, pero el suelo no le dice lo que tiene que hacer y la luz azul tampoco. Ella sabe que tiene que tomar la iniciativa. tic tac tic tac. Sube. Espera. Mira a través del cristal. Él está inmóvil mirándola. Ella palpita, el corazón se le sale del pecho. Le dice con los ojos una y otra vez que entre, que tiene que entrar, que no queda tiempo.

Píiiiii

Él la entiende por fin y entra por la segunda puerta corriendo.
Ella sale en ese mismo segundo por la primera puerta corriendo. Clonk. Las puertas se cierran. El tren arranca. Él se pega al cristal. Ella da un grito de rabia. Se recompone y se sienta. Silencio.


Me voy a comprar una PUTA campanita


y se rie a carcajadas

Comentarios

Berta ha dicho que…
qué bueno volver a leerte!!!
me gusta mucho Car
microbio ha dicho que…
yo también pasé por aquí... afortunadamente...
un beso
Juls ha dicho que…
Es que, al fin y al cabo, los trenes tienen su encanto, ¿sabes? Debe ser un instinto universal..ole ole!!

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